sábado, 6 de abril de 2019

¿Dónde estás?

Introducción

“Adán, ¿dónde estás?” (cf. Gn 3,9).
¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido?
En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo.
El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande.*
Ese grito: “¿Dónde estás?”, aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…
Hombre, ¿quién eres? Ya no te reconozco.
¿Quién eres, hombre? ¿En qué te has convertido?
¿Cómo has sido capaz de este horror?
¿Qué te ha hecho caer tan bajo?
No ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho. El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos.
No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7).
No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado?
¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal?
¿Quién te ha convencido de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios.
Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: “Adán, ¿dónde estás?”.
De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor.
A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15).
Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad.
Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad.
Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2).
Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne, esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida.
¡Nunca más, Señor, nunca más!
“Adán, ¿dónde estás?”. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer.
Acuérdate de nosotros en tu misericordia.

VISITA AL MEMORIAL DE YAD VASHEM, DISCURSO DEL Papa FRANCISCO,
Lunes 26 de mayo de 2014

*No soy católico-romano, creo que Dios sí sabía exactamente lo que sucedería al darle la libertad al ser humano.

I
El siglo pasado fue el más sangriento de la historia, en buena parte por la tragedia del Holocausto, aquella locura de quienes ebrios de orgullo y poder decidieron ofrecerse a sí mismos; en ofrenda quemada y consumida por el fuego, en festín de reyes paganos; la vida y dignidad de millones de judíos. Genocidio, matanza, brutal asesinato de millones inocentes en manos de viles seres que saborearon la locura del poder. Entre 15 a 20 millones de personas asesinadas en tan solo cuatro o cinco años. Un sistema de pensamiento que proclamó arrogantemente la instauración de un nuevo Imperio Mundial que duraría mil años. Violando todo sentido común, nos llevaron a aquel conflicto conocido como la II Guerra Mundial. Conflicto del que aún se viven las secuelas y que hemos leído en los libros de historia pero que no ha tocado a  ésta generación vivir. 
Al revisar estos horrores uno, como cristiano, se pregunta ¿cuál es el origen de esta atrocidad? ¿Cómo empezó todo esto? ¿Cómo llegó la humanidad a tal extremo? Cuando Dios creó a Adán y a Eva, los puso en un perfecto paraíso, el jardín del Edén. La tentación de Eva por parte de la Serpiente, fue que ella podría ser como Dios (Génesis 3:5). El mismo espíritu que causó la rebelión en el cielo ahora también ocasiona que la humanidad se rebele contra el Dios Santo. Así, por la caída de Adán y Eva, el hombre fue expulsado de aquel jardín y ahora está vinculado con el pecado y la corrupción. 

Si realizamos una revisión de la Palabra de Dios, podemos trazar las líneas de la historia humana de maldad hasta el primer sistema de gobierno -la primera vez que hubo dominación de hombres sobre hombres-: Babel. 

Babilonia tiene sus raíces en el Génesis, el libro de los orígenes, siendo una de las primeras sociedades de la humanidad. Luego continúa su camino a través de los siglos y se encuentra en el libro del Apocalipsis, en la desaparición de las sociedades humanas. En la Biblia, Babilonia es mucho más que una ciudad ¡Es un espíritu! Se trata de una rebelión contra todo lo que es bueno, contra Dios mismo. Es la búsqueda de la gloria propia, un egocentrismo que busca solo lo individual, es un espíritu de confusión, es la forma de hacer las cosas al modo humano en vez de al modo divino pero que no se contenta con corromper a solo a uno sino que se propone seducir y esclavizar a otros que decidan someterse a su incitación. Este espíritu que inició con Satanás, enemigo de nuestras almas, acusador, tentador y progenitor del pecado. 

El principal deseo de Satanás (Lucifer) fue el de elevarse hasta ser semejante al Altísimo. Tal es así que Isaías describe cómo Lucifer deseó ser igual a Dios. “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14).  Dicha rebelión lo llevó a ser expulsado del cielo. Pero Lucifer no estuvo satisfecho de rebelarse él solo. Así, condujo a la rebelión a un tercio de los ángeles del cielo, y por eso ellos también fueron echados del cielo. Lucifer, enardecido en su furor, en su ira y en su rebelión, comandó la locura desafiante de un intento de golpe de estado, derrocar a Dios. Es ese el espíritu de Babilonia. La raíz de la maldad. El espíritu detrás del pecado.

Ahora bien, es de notar que Génesis 10:9 dice acerca del fundador de Babilonia: “Este fue vigoroso cazador delante de Jehová; por lo cual se dice: Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová”. ¿Por qué tomó Dios advertencia especial sobre este poderoso cazador? ¿Sería porque Nimrod cazó y mató a muchos animales? No. La palabra que emplea la Biblia en el hebreo original para “poderoso”, se traduce realmente por “tirano”; así como la misma palabra Nimrod significa rebeldía. Porque Nimrod enseñó a las multitudes a rebelarse contra Dios.

En realidad él emprendió una batalla contra Dios por la lealtad de los hombres. Él estuvo descarada y rebeldemente en contra de Dios, teniendo la misma ambición de poder que tuvo Lucifer durante su intento del golpe de poder celestial. El espíritu de confusión ya había encontrado un vehículo humano - ¡Nimrod! Éste no sólo cazó animales, sino que también cazó a las almas de los hombres. Él cazó y subyugó sus almas para que siguieran sus degenerados caminos.

“Y fue el comienzo de su reino Babel, Erec, Acad y Calne, en la tierra de Sinar” (Génesis 10: 10). Este fue el primer reino que hubo después del Diluvio. Nimrod quería construir una torre para llegar al cielo. 

Génesis 11:4 dice: “Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra”. Aquí vemos un esfuerzo unificado de las gentes del mundo hacia un sólo propósito. Y lo cierto es que el problema no fue la unión sino el motivo o propósito de la unión. Ellos quisieron hacerse un nombre para sí mismos y quisieron tomar por  la fuerza las puertas del cielo, desconfiando de la Palabra de Dios -de la promesa sellada con el arcoiris- de no volver a destruir a la Tierra con un diluvio. Sus intenciones fueron promovidas por el mismo espíritu que manifestó Satanás antes de ser expulsado del cielo, y que también fue manifestado en el Jardín del Edén con Eva. Su deseo fue usurpar la autoridad de Dios pero su plan fue frustrado cuando Dios confundió sus lenguas. Y Babel, que significa “confusión”, no es confusión porque Dios trajo confusión, sino que Dios tuvo que confundir lo que estaban haciendo, porque estaban construyendo sobre una base de confusión. Luego los babilonios prefirieron utilizar un sentido más aceptable para ellos, como significando “puerta de Dios”. La advertencia de muerte que Dios finalmente ejecutó contra Adán y Eva significó su expulsión y la entrada de la muerte, el fin de la existencia del hombre.

II
Así, desde los albores de la humanidad también se nota una constante “el hombre le teme a la muerte”. Incluso los hombres buenos, al igual que los malos, intentan, luchan y pelean por todos los medios de evitar la muerte. Hubo algunos se declararon dioses; otros fabricaron mitologías y leyendas, como Nimrod; otros más adelante buscaban el “elixir de la eterna juventud” que les permitiría escapar de la vejez. El hombre siempre se preocupa de qué sucederá después de la muerte, se rehúsa a dejar de existir, busca trascender. Es curioso de pensar: un infinitesimal punto en el vasto universo que se rebela tozudamente buscando hacerse notar en la inconmensurable paradoja del espacio-tiempo de la eternidad.

Esto me recuerda como con una ligera nota de nostalgia, quizás pensando en Miriam, Aarón o -quizás incluso- en Faraón, Moisés, aquel manso hombre, ora un salmo (90:10):

“Los días de nuestra edad son setenta años; 
Y si en los más robustos son ochenta años, 
Con todo, su fortaleza es molestia y trabajo,
Porque pronto pasan, y volamos.”

Dice también el apóstol, celoso ex perseguidor de la Iglesia, Pablo en Romanos 3:23 que “(...) todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios?” y sentencia más adelante en la misma carta (Romanos 6:23) “Porque la paga del pecado es muerte(...)”. Estamos condenados, la pena es terrible. Hemos pecado, debemos morir.

Pero ¿qué es el pecado? El pecado se trata de estimar como más importante la satisfacción del cuerpo, de la mente, del deseo personal, de la ambición, del hombre. Anhelar, desear insaciablemente el placer carnal de momentos que luego traerán amargos pesares. Se trata de levantar un altar y ofrendar la vida eterna, cortarla, derramarla, quemarla; para luego sórdidamente caer en el cenagoso lodo de la maldad, en una vorágine sin fin, hasta tocar el fondo y llegar a las puertas del mismísimo infierno. Porque ya no eres más un ser humano, no importa lo deslumbrantemente inteligente que quizás seas, o él incomparable éxito secular que logres o la suma incalculable de momentos de placer que acumules; cuando estás solo, lo sabes, eres un ser despreciable y abominable, digno de lástima y repudio, desesperado y atacado. Esclavo de unas cadenas que oprimen hasta asfixiar y sometido por un yugo que pesa y hiere, lacerando el alma, fingiendo una sonrisa casi plástica. Te has colocado un ‘hypokrites’, una máscara de teatro griego, una careta colocada en el rostro, interpretando un papel, un rol, una pantomima, un drama. Usas una máscara con dos agujeros inservibles porque no hay ojos, no hay visión, es todo una densa oscuridad en la que se va a tientas como dando tumbos de embriagado, y sí, embriagado, enloquecido, entregado a una mente reprobada. Eres un personaje y no una persona. El hombre no ha hecho más que arrojar sus abominaciones en el rostro de Dios; y no glorificar a Dios tiene consecuencias casi irreparables. Incluso Habacuc llega a decir (Habacuc 2:15-16) “¡Ay del que da de beber a su prójimo! ¡Ay de ti, que le acercas tu hiel, y le embriagas para mirar su desnudez! Te has llenado de deshonra más que de honra; bebe tú también, y serás descubierto; el cáliz de la mano derecha de Jehová vendrá hasta ti, y vómito de afrenta sobre tu gloria.

No en vano, el escritor de Hebreos, citando al salmista escribe:
Mas del Hijo dice:
    Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo;
    Cetro de equidad es el cetro de tu reino.
 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad,
Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo,
Con óleo de alegría más que a tus compañeros.
(Hebreos 1:8-9)

Estamos, pues, a la merced de un Dios justo y santo. 

III
Pero entonces ¿está el hombre perdido? ¿está acabado?¿no hay acaso esperanza? ¿por qué entonces, no hemos muerto aún?¿por qué no he muerto en mis sueños?¿por qué no he muerto al momento de pecar?¿por qué no he sido fulminado en el momento que entretuve ese asqueroso pensamiento?¿por qué no entra podredumbre en mis ojos luego de contemplar absorto esa escena pecaminosa y deleitarme en mi corazón con tales hechos?¿por qué seguimos en pie?¿por qué Dios no ha blandido aún su cetro de equidad para destruir mi alma en el infierno?¿por qué es que aún puedo leer éstas líneas? "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3:16)

Juan también habla del ‘logos’ o el “Verbo” (Juan 1:1). Escudriñando en la mente de Dios, aquel discípulo amado que recostaba su cabeza en el pecho amoroso del Cristo -el Salvador, el Ungido, Dios manifestado en carne- logra entender que todo esto era parte del plan, el precio de la libertad. En el principio Dios tenía un plan, un pensamiento de creación detallado y minucioso. En la eternidad no había luz, vida o tierra, pero existía el pensamiento. Dios en el principio ve cosas que aún no eran. Antes que exista el tiempo (irónica situación, cuando no existía el antes ni el después) estaba Dios solo con su palabra. En el principio de la creación de Dios escribe. 

Jesús es el principio de la creación de Dios, fue la primera causa, la razón principal, la razón detrás de la creación de Dios. En Apocalipsis 22: 16 se le nombra La raíz y el linaje de David y la estrella de la mañana. Era antepasado, creador y descendiente de David. En Mateo 22:42-45 pregunta: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? De David, claro está -respondieron los fariseos- 
¿Pues cómo David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:
Dijo el Señor a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 

Es que Jesús en realidad es el único Dios Todopoderoso, el Yo soy, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y eso estaba encubierto de sus ojos. Luego, en el capítulo 17:5 de Juan, se relata la oración sacerdotal de Jesús: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.” El hombre, en el plan original era santo, sin pecado, sin enfermedades ni muerte, capaz de resistir a Dios. A eso se refería Jesús. Así seremos glorificados. Como dijo Pablo en 1 Corintios 15:53-55 “Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?”

Así será que el hombre podrá vencer, por fin, a ese viejo enemigo que siempre le lleva ventaja: la Muerte.



IV
He aquí la pregunta existencial, que alguna vez un honesto predicador contestó: “¿Por qué Dios creó los cielos y la tierra? Fue para poner en ella a su Salvador porque en el principio él pudo ver que estábamos deshechos y vio que si en algún momento llegásemos a pararnos en su presencia por la eternidad y llegar a ser como Él, entonces Él tendría que ser como nosotros.” He aquí la oración de Moisés (Salmos 90:3) “Vuelves al hombre hasta ser quebrantado, Y dices: Convertíos, hijos de los hombres. Es la infinita gracia, la mansa mirada de amor del Creador que sigue alumbrando, que sigue con su mano extendida. Pedro lo dijo en Pentecostés (Hechos 2:37-39) ante la pregunta desesperada de quienes reconocen que sus manos están manchadas con la sangre del Autor de la Vida:

“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” 

Quizás en tu huida pensaste que arrebataste las llaves y colocaste candados, minas, cercos, fortalezas; crees que ni luz ni sonido te alcanzan ahora en lo más hondo de la sima, pero aún es posible que percibas su sentir. Pero Él dijo una vez: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo.” (Juan 12:32). Y cumplió, colgando en una cruz, entre el cielo y la tierra, como sacrificio por tus pecados, en ofrenda de sangre a Dios, cargando con el peso de tu condena. Ahora surgen preguntas en el corazón, hay dolor, un nudo terrible en el pecho que te hace llorar como un niño pequeño que está desesperado. Te encuentras perdido en el espacio, han sido derribadas todas las fortalezas. Pero vuelve a la vida, existe de nuevo, puedes emanciparte del reino oscuro que es la nada y la muerte. El poder del Espíritu Santo de Dios puede quebrar con ahínco las cadenas de rencor que te atan presionándote hasta asfixiarte. Hoy su voz está llamando, oveja mía, hijo mío, retrocede los pasos que anduviste errante para perderte, ven y regresa al redil, cae de rodillas y siente cómo se rompe esa máscara, despójate de tus atavíos, humíllate delante de su presencia porque pronto está a  perdonarte y transformarte. Encuentra el amor.

Exigirás, entonces, una demostración de amor, porque tú has herido mucho y te han herido mucho; si vas a dar tu vida, quieres saber a quién, para qué y por qué. Y ¿qué mayor demostración que el Creador, siendo Dios decida hacerse hombre, despojarse de la gloria, caminar en nuestros pasos para humillarse hasta morir en la cruz? ¿Qué mayor que arrebatar las llaves de la muerte y resucitar para regalar salvación mediante un único y último sacrificio: su humanidad? Resulta que Dios sacrificó a su hijo para salvar a quienes crucificaron y mataron a su pueblo, a quienes lo retamos. Porque el perfecto amor echa fuera el temor y el amor es el vínculo perfecto. (1 Juan 4:18, Colosenses 3:14). Esto quiere decir que de entre todos los tipos posibles de amor, el amor de Dios espanta al temor que aflige tu alma día y noche penetrando tu conciencia acusadora. Esto quiere decir que de entre todos los tipos posibles de vínculos, de todas las uniones posibles, la mejor es el perfecto amor. Sucede que estando separados de Dios por el pecado, su amor expresado en la Cruz nos une a Él porque Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados (2 Corintios 5:19). Separados entre nosotros por nuestro orgullo, celos, envidia y mentira, su Espíritu Santo nos une como hermanos, hijos de Dios, miembros de un solo cuerpo. Separados en la Torre de Babel, fuimos unidos el día de Pentecostés en Jerusalén. 

Es momento de preparar un nuevo holocausto. Toca estabilizar el corazón, cargar las doce piedras y disponer la leña, reunir uno a uno todos nuestros sueños y anhelos, entregar nuestra vida en sacrificio; entonces esta vez no será necesario prender el fuego humano sino que descenderá desde lo alto el fuego ardiente del Espíritu Santo quemando el holocausto cuyo olor subirá como aroma agradable delante del trono de Dios. Y entonces viviremos en la eternidad. 

Johnny Vásquez

jueves, 5 de julio de 2018

Invierno

En incipiente invierno, la tenue llovizna que destila el cielo
empapa aves que emprenden vuelo.
En mi voz, un intento de compás entonado
recita un salmo inspirado.
En mi corazón, el calor de un café
mantiene despierta mi fe.
En mi vista, éste par de ojos
refleja la profundidad de diez mares rojos
En mi mano, un bolígrafo oscuro
plasma mis cavilaciones en un papel puro:
¿Será ésta la -quizás última- lluvia profetizada?
¿Seremos nosotros esas aves de una generación empapada?
¡Bien pueden éstas voces despertar de su letargo al mundo!
¡Al son de salmos trastornar al cimiento más profundo!
¡Oh, si se conmovieran nuestros corazones!
¡Oh, si aquella fe contendiera contra nuestras humanas pasiones!
Porque todas las lágrimas de nuestras huidas
en Su redoma serían contadas y vertidas.
Porque sobre éstas barrosas manos de hombre redimido
la responsabilidad de blandir la Espada Escrita ha recaído
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"¡Oh, aquellas inquietas calmas
  cuando se redimió a nuestras almas!
  ¡Oh, aquel supremo llamamiento
  de Su Omnisciente pensamiento!"

martes, 21 de marzo de 2017

Desierto

"Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada."

Jeremías 2:2 


Cuando escapé de la esclavitud,
hubo persecución, fuego, mar, milagro y actitud.
Entonces confíe en la esperanza, acepté mi redención.
Corrí al desierto, dejé a mis angustiadores en su perdición.

Mi lengua se deshacía alabando
y mi cuerpo, rendido, adorando.
Cadenas que cayeron,
mis culpas ya no existieron.

Habiendo dado la espalda a mi pasado,
fuego del cielo como guía nocturno me fue dado,
nube divina que de día me guardó y bautizó,
viandas y bebidas que me saciaron. Mi espíritu resucitó.

En mi necedad, incapaz de entender mi libertad,
no supe guardar mi confianza, mi lealtad.
Mas no fue por siempre la reprensión, me fue dado honor.
El tiempo de una generación duró el primer amor.

Aquellas fuerzas de joven en épocas de amores,
devoción íntima que a diario me impulsaban a darle loores.
Tantas veces le tenté y me rebelé. Lo enojé. 
pero me perdonó cuando me humillé.

Hoy duelen las cicatrices de las pruebas que perdí,
Hoy recuerdo su dulzura. Hoy soy vejez y niñez. Hoy sonreí.
Generación llamando a generación con lágrimas y una palabra: Desierto.


miércoles, 31 de agosto de 2016

Razón e Intuición: Revolución (Ensayo)

     Desde que acabaron la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, debido a los horrores que generaron la proliferación de las ideas revolucionarias fascistas, nazistas y comunistas en las mentes juveniles, la vida transcurre en una sociedad que se comporta de manera muy politizada, que suele hallas formas para evadir responsabilidades a la hora de enfrentar los problemas, que se autodefine como liberal y reprime las innovaciones o revoluciones que impliquen una perturbación del statu quo moderno. Esta es una época donde la diplomacia repudia el pasado y desconfía del futuro, en donde el ser un adulto maduro, educado y tolerante ha devenido en extremos de materialismo, egocentrismo y prepotencia, donde se proclama igualdad, integración, fraternidad, globalización, democracia y demás valores morales que suelen repetirse en cada discurso proselitista solamente para ser usados como herramientas para ganar adeptos. Es un época problemática en la cual los jóvenes empiezan a tener un protagonismo notorio que genera recelos por parte de la generación en el poder.

La problemática que se vive hoy en día se viene gestando desde el inicio de los tiempos con las cada vez más importantes y determinantes intervenciones juveniles, a favor o en contra de sus respectivos predecesores, en todos los ámbitos de la sociedad existentes. Y es que esas ganas de ser reconocidos, de romper con los esquemas y las tradiciones, de hacer gala de su buena voluntad, de su pasión, de su misma inexperiencia, de mostrar que tienen poder, de destacar, de impulsivamente querer cambiar el mundo de la noche a la mañana, de hacer lo que nadie nunca antes ha hecho, de vivir, de dejar atrás las formalidades, de renunciar a las máscaras y etiquetas sociales, de no dejarse guiar por la razón si no por los sentimientos, de ser como son sin que haya alguien que los señale o recrimine, esas ganas de hacer todo y nada al mismo tiempo, de ir más allá de los límites, entre tantas otras cosas, son los factores que han determinado la desconfianza por parte de los adultos cegados por la razón y carentes de instintos hacia estos jóvenes cegados por la intuición y carentes de madurez.

     Habiendo explicado esto queda un par de preguntas: ¿qué pasaría si ambas características, el raciocinio y la intuición, se unieran en una sola persona? La idea no es nueva pero pocas veces ha sido analizada con cabalmente y tratar de aproximarse a una respuesta es el objetivo de éste ensayo. 

     Fallar es fácil y divertido; dudar, cuestionar pero no solucionar es aun más sencillo; ser indiferente, mirar hacia otro lado y culpar a las autoridades es lo más común; intentar conciliar las virtudes que nos enseña la moral con la tentación del día a día es casi imposible; criticar, protestar, hacer revoluciones sin causa alguna, es algo a lo que se han dedicado las últimas generaciones. Este es el motivo por el cual las verdaderas revoluciones juveniles, aquellas que surgen por el dolor de lo que se ha perdido y el temor a perder lo que se tiene, es que suelen caer en oídos sordos de adultos con la capacidad y la experiencia suficientes para conciliar el sentimentalismo revolucionario junto a las virtudes del raciocinio usando como filtro lo segundo para purificar lo primero y que aun así se rehúsan a hacerlo por una simple razón, porque “…no se ve verdaderamente más que con el corazón. Para los ojos, lo esencial es invisible.”  (Exupery, 1943)

Pero, ¿qué es la razón?, la razón es una capacidad única del ser humano que le permite a este estar por encima de todos los seres vivientes en la faz de la Tierra y que consiste en discernir los pensamientos, controlar los instintos, solucionar problemas y ejercer también el dominio sobre su propio cuerpo. La razón, entonces, significa que el ser humano, poseedor de múltiples virtudes, es el ser superior que demuestra sus facultades privilegiadas cuando puede congeniar el instinto innato de supervivencia y conservación con la capacidad que le permite dominarlos y utilizarlos para lograr un fin correctamente determinado. Ahora bien, la razón es algo que implica más que un concepto  tan simple como eso: el uso de la razón en términos más científicos se podría definir como un proceso psicológico con implicancias, a veces, físicas que compromete al cerebro y alguna sustancia metafísica indeterminada conocida como "mente" y que se halla dentro del mismo, con el propósito de hacer el ciclo vital humano un tanto más acorde con los límites socialmente aceptados de la coherencia. Podemos determinar entonces, a partir de esta breve definición que ni los adultos  ni los jóvenes cumplen cabalmente con estos requisitos y por lo tanto no son usuarios asiduos de la razón.

“Eres responsable de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…” (Exupery, 1943), con esas palabras, el autor, termina de plantear una interesante tesis.
Hoy en día las revoluciones irresponsables e irrazonables están llenas de jóvenes que repiten lemas y frases que piden y reclaman libertad e igualdad con cierta dosis de razón pero con demasiada inocencia que roza la estupidez. Quieren tener poder sin enfrentar las consecuencias, sin responsabilidades, sin consecuencias. ¡Quién nos diera que viviera aún el genio Napoleón Bonaparte!, claro ejemplo histórico que encarnó los ideales de libertad, razón, intuición y responsabilidad, que cada vez que cayó, se levantó, que dejó plasmada la verdad que se esconde tras los telones que se van tejiendo mientras se lleva a cabo cada revolución, en una inmortal frase: "En las revoluciones hay dos clases de personas; las que las hacen y las que se aprovechan de ellas". Esto quiere decir, las personas que propician las revoluciones a menudo son los jóvenes tontos que quieren cambiar y los aprovechadores son por lo general aquellos gobernantes ineptos que, como se dijo al principio, solo son oportunistas que siempre prometen y nunca cumplen, que tan solo quieren seguir en el poder por una ambición política y/o económica egoísta.

Entonces no es una cuestión meramente de edad sino más bien de voluntad; los instintos, las emociones, la razón y la responsabilidad. En "El Principito", libro magnánimo del inigualable Saint Exupery quien fuera un genio escritor y también aviador que vivió de cerca las barbaridades de las guerras mundiales; se condena tácita pero enérgicamente las revoluciones sin sentido y se propone en aquel diálogo entre el zorro domesticado por el protagonista y este último, donde  conversan sobre la importancia del corazón, de los ojos, de lo esencial, de la vida;  una unión de virtudes en pos de la paz mundial.

Hoy, casi medio siglo después de la primera publicación de éste libro, si Saint Exupery se levantara, tendría ganas de volver a desaparecer tal cual su amado principito. Probablemente nunca un escrito literario sea suficiente para analizar con la debida profundidad estos temas, pero se puede dejar una reflexión: Dios creó al hombre como un ser racional pero el hombre se fuerza a convertirse en un ser no razonable, una revolución solo triunfará cuando todos sus actores decidan unirse con medios correctos para lograr un fin legítimo.


Nota: Ensayo elaborado por Johnny Vásquez, autor del presente blog en el año 2012 cuando cursaba el primer ciclo (2012-I) de la carrera de Derecho Corporativo en la Universidad ESAN, escrito en calidad de Trabajo Final del curso Pensamiento Crítico dictado por la profesora PhD (c) Varinia Bustos.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Sufrimientos de mi alma

Hubo momentos
en que tuve sufrimientos,
en que me atacaron oscuros remordimientos,
en que retumbaron mis más profundos sentimientos.

Mi corazón
lo escondí en duro caparazón
lejos de la razón,
en un mundo de ilusión.

Mi mente se quedo inconsciente de verdad
y yo me convertí en un indolente sin piedad;
con mis ojos ciegos de maldad
me quedé esperando en
una eterna soledad.

Todo sucedió literalmente,
con el poder de la mente.
Si supieras lo que se siente
¡Oh, mi amor! cuídate de que el demonio te tiente.


martes, 21 de abril de 2015

Añoranza de Resurrección

(Escrito en 2014, para kcm)
Y es que ahora estamos cada quien en la antípoda respectiva de este semiesférico planeta. Estamos doliéndonos con la turbación del desencanto que provocó la ruptura de una promesa eterna. 
No, condesa mía, ya no tengo el poder para reconquistar el feudo más profundo de ese inerte corazón al que antes estaba ligado mi suspirar, estoy indefenso, proclive a sumirme en la desesperación más abrumadora.

Camina hacia mí, sin prisa, sin pausa, yo te espero, mi corazón no ha reemplazado aún la habitación en que te alojó cuando más lo necesitabas y temblabas como lo haría una campana de catedral mientras va marcando la hora para sus feligreses.

Vuelve a la vida, existe de nuevo, puedes emanciparte del reino oscuro que es la nada y la muerte, ¡vamos! quiebra con ahínco las cadenas de rencor que te atan presionándote hasta asfixiarte, despliega aquellas hermosas alas que mostraste hace poco menos de una década, levanta el vuelo y retrocede los pasos que anduviste errante para perderte.

Un día, una noche, una tarde, una mañana, quizás un café bajo la lluvia, no necesitaremos más tiempo para que te convenzas de que nuestra amistad no tiene fecha de caducidad, te mostraré el origen de la separación entre naturaleza e imaginación, conocerás los bordes que limitan la más sublime locura de aquel sórdido racionalismo.

En tu huida me arrebataste las llaves y colocaste candados, minas, cercos, fortalezas; sé que ni luz ni sonido te alcanzan ahora en lo más hondo de la sima, pero aún es posible que percibas mi sentir. Ven, amiga, hermana, mujer humana.


sábado, 7 de septiembre de 2013

La Discriminación Racial (Breve ensayo)


La discriminación racial es  una de las tantas formas de discriminación que existen y también una de las más comunes. La discriminación racial es practicada por todas aquellas personas, grupos y/o instituciones que, según su punto de vista, son la raza superior, la raza dominante, la raza más fuerte, o simplemente la mejor de las razas.

Entonces a pesar de lo común e insignificante que puede parecer este problema, es más profundo de lo que parece puesto que en una sociedad global, democrática y defensora de la libertad como la de hoy en día, aún subsisten los prejuicios de hace siglos atrás en los cuales la desigualdad era algo común y natural.

La discriminación racial puede ser leve (como mirar mal a una persona de piel oscura) o grave (como agredir verbal, psicológica o físicamente a una persona de otra raza).

Dejando de lado los conceptos de cómo y qué es el problema, se debe resaltar lo más importante: ¿en qué consiste la solución?
Primero se empieza por reconocer, aceptar y sobre todo poner en práctica las acertadas creencias de igualdad social y racial, empezando por dar ejemplo y promover el cumplimiento de los  derechos y deberes inherentes a los seres humanos.

Aunque es difícil creer que con buenas acciones y creencias se pueda acabar con este problema, al menos existirá la satisfacción de que se intentó mejorar la sociedad y que llegara el día en que podrá vivirse en paz, tranquilidad e igualdad.